8.1.06

El casco del soldado Ryan


En una escéna rápida del Soldado Ryan, uno de los jóvenes soldados americanos que desembarcan en Normandía, en el maravilloso arranque de la película, recibe un disparo en el casco cuando está detrás de una duna. Sorprendido de su suerte y de la cercanía y la arbitrariedad de la muerte, el soldado se quita un segundo el casco como para agradecerle con la mirada que le haya salvado la vida, pero en ese segundo otra bala sigue la misma trayectoria y esta vez le atraviesa el cráneo.

Recuerdo haber hablado por encima con mi partenaire Manu sobre esta breve escena. Minúscula en la lluvia de fotogramas y balas que componen el desembarco. Recuerdo vagamente que a Manu no le gustó la idea. No recuerdo cómo la calificó, pero venía a cuestionar una escena pretendidamente cómica en un momento sangriento y de extrema violencia. Yo le respondí que podía ser desafortunada. No sé... ¿Qué es lo que trató de hacer Spielberg? ¿Una broma de cariz británico inserta en una batalla campal? ¿O quizá la reacción del soldado entra dentro de lo posible? ¿Cómo reaccionarían ustedes, navegantes, si una bala un día les rozara la cabeza? Si viéseis con toda claridad el milímetro que les ha separado de la muerte. ¿No repararíais en él unos segundos? No sé. Temo estar diciendo una estupidez, pero quería probarme a mí mismo que era capaz de meter un post en el blog yo solo. Besos. d.

2 Comments:

Blogger manulito said...

Como la vida misma. No somos nadie. Eso es lo primero que pensé la primera vez que vi la escena del casco. Pensamientos casi positivos en ese marasmo de carne picada y agua salada que es la media hora inicial de "Ryan".
Pero con Spielberg tengo una relación de amor odio casi visceral (algún día tendré que hablar seriamente con él sobre este tema...).
Ante todo una idea: Steven Spielberg es un hijo de la gran puta. Que quede claro. Juega con nuestros sentimientos a su antojo. Los agarra con delicadeza, pero con firmeza, como esos capullos que hacen figuritas con globos de colores. De un trozo de plástico flexible, inflable y de color rojo, lleno hasta reventar de nuestra mejor empatía, sus manitas de niño prodigio lo tuercen y retuercen hasta convertirlo en otra cosa. Un alegre caballito, un sombrero ridículo o una polla con dos huevos. O peor: las tres cosas a la vez.
Un manipulador. Un hijo de la gran puta. Y además, manipulador. Así es Spielberg. Pero rueda como Dios (el católico por supuesto, único y verdadero).
Como veis, escribo sin decir nada, para variar. Lo que intento explicar es que todos los directores nos manipulan para hacernos sentir cosas. Pero en el caso de Spielberg, creo que se le nota demasiado. Y soy capaz de tolerar mucha manipulación por su parte. Me encantó lo mal que me lo hizo pasar en E. T. o El Imperio del Sol, pero me tocó demasiado mi polla sin circuncidar en la escena de las duchas de La lista de Schliender. Ahí dije no. Vale que pasó así en la verdadera historia, pero no hacía falta que lo filmase con esa ortodoxia dramática algo que ya era lo suficientemente bestia. No era necesario que llenase de intriga morbosa el saber si finalmente era gas o no lo que salía de aquellas malditas alcachofas de ducha en Auschwitz.
La escena del casco no creo que sea, como la anterior, morbosa. En otra peli sería de un humor negro de lo más sano. Pero en medio de esa locura, tal y como estaba rodada, y en el momento en el que la situaba el montaje, como mínimo, me despierta dudas. No me jode las entrañas como la escena de las mujeres judías bajo el agua... pero me desasosiega. Y no necesariamente por el lado de lo ridícula, inútil y estúpida que es una guerra, que también, sino por el de que quizás quien me le está contando es uno de esos que disfrutaba en silencio de quien se caía en el patio del colegio en medio de las risas de todos, y seguía andando (filmando), sin importarle quién era ese pobre desgraciado.

Saludos desde Córdoba.

P. D. Por muy vil que haya sido su crimen, nadie merece pagar leyendo semejante parrafada. Lo siento.

23:20

 
Blogger Nyadorlep said...

Enhorabuena, Dannyboy!, al fin has podido superar todas las trampas y poner un post. La audiencia agradecerá tus intervenciones. En cuanto al meollo, no creo que fuera una nota de humor negro sino más bien de fatalidad. Una muestra de que, en la guerra entre la fortuna y la mala suerte sólo hay un paso. A mí no me hizo gracia cuando la ví, más bien me dejó mal cuerpo.

Estoy de acuerdo con algunas de las afirmaciones de Manulito pero no con todas. Es cierto que Spielberg es un maestro en la manipulación de los sentimientos pero nunca lo ha escondido. Para mí, que los colegas deben decir por ahí "ahí va otra peli del ñoño de Steve".

Estoy deseando ver su última cinta, Munich. Una película que deja mal a los judíos hecha por un judío.

11:49

 

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