20.12.06

Hacedor de Estrellas.

Sentado en un típico paisaje de la campiña inglesa en los preludios de la segunda guerra mundial un hombre corriente, sin aspiraciones más allá de mantener a flote su matrimonio y tratar de sobrevivir contempla el firmamento nocturno. De repente se siente elevado, ve su casa desde el cielo primero, luego su ciudad, toda Inglaterra, Europa y el mundo. Y sigue ascendiendo, atraviesa las órbitas de los planetas y se sumerge en la inmensidad del Cosmos.
Así empieza esta curiosa novela, más parecida a un libro de viajes imaginario o a una obra de sociología galáctica que a una novela de ciencia ficción propiamente dicha. En su viaje, el protagonista conocerá otros mundos, otras sociedades. Algunas muy parecidas a las de la tierra y otras radicalmente distintas. Verá el inició y el fin de civilizaciones enteras: a los hombres planta, seres inteligentes cuyo cuerpo son bandadas de pajaros, sociedades acuaticas basadas en la simbiosis de especies o colmenas de insectos que forman un sólo cuerpo y un sólo cerebro, como neuronas independientes con capacidad para actuar sobre el entorno que les rodea.
El autor de esta curiosa obra, Olaf Stapledon, nos muestra la Historia de nuestra galaxia, de otras y de todo el cosmos. Desde su nacimiento hasta su decadente final en un Universo frio y oscuro con miles de millones de estrellas muertas o moribundas con racimos de mundos artificiales a su alrededor tratando de aprovechar los últimos destellos de luz de sus astros. Y va más allá, a la esencia última de la creación. La búsqueda del Hacedor de Estrellas. Un Dios particular responsable no sólo de este, sino de un sinfín de Universos diferentes con reglas y leyes distintas. Unos capaces de albergar la vida y otros no. Y aquí es donde este libro me ha resultado más interesante porque, dejando de lado a Dios, parte de esta teoria imaginaria del autor está presente en algunas de las más recientes hipotesis sobre la creación del cosmos como pueden ser la teoria de cuerdas, la existencia de universos paralelos o incluso de infinidad de universos muy diferentes los unos de los otros. Usar a un Dios como creador es fe y no ciencia, pero también es cierto que la ciencia, cada día más, se está convirtiendo en un modo de encontrar mejores preguntas y no de dar respuestas. Sobre todo cuando se une lo científico con lo místico; Cuando uno piensa, no en el primer milisegundo posterior al Big Bang sino en dos milisegundos antes.